Fuente: http://www.geocities.com/zaguan2000/414.html
Introducción.
Cuando la biblioteca superó su función exclusivamente conservadora y amplió su campo al de ser difusora de la información, apareció una concepción nueva de aquella que, sin dejarla de entender como lugar donde está almacenada esa información, la contempla a la vez como servicio público y dinámico, cuya eficacia está en función de la movilidad de sus fondos y de la calidad y cantidad de prestaciones que ofrece a sus usuarios, quienes no sólo forman integrante de la biblioteca, sino también el eslabón terminal de la cadena de transmisión de los conocimientos. Esta es, pues, la razón de ser de toda inversión que se haga con el fin de mejorar el almacenamiento, procesamiento y recuperación de la información. Se trata, por tanto, de conseguir que el usuario saque el mayor rendimiento posible de la información contenida en los fondos bibliográficos, de acuerdo con sus propios requerimientos y necesidades: para ello, debe tener conocimiento de todo aquello que facilite su búsqueda. Surgen así los conceptos que expresan las etapas consecutivas que el bibliotecario debe seguir para acercar, en el más alto grado posible, el usuario a la información y viceversa.
La información bibliográfica.
La información bibliográfica es una actividad bibliotecaria muy diversa en formas e intensidad, que va desde la simple orientación al lector hasta las búsquedas exhaustivas, pasando por la asistencia pedagógica. El usuario puede buscar datos concretos, pero lo más general es que desee información general para utilizarla él como crea conveniente, es decir, identificación de documentos para su posterior localización. Es tarea que excede los límites físicos de la biblioteca, ya que supone la consulta de catálogos, bibliografías o bases de datos. El usuario trata de identificar uno o varios documentos desde un punto de vista muy variado -autor, materia, título, etc.- y de extensión variable. También varía la forma en que se realiza esta petición -oral, escrita, total o parcial-, por lo que resulta muy difícil establecer unas normas únicas para desarrollar esta tarea.
La información bibliográfica se extiende desde la cumplimentación de las hojas de pedido hasta la publicidad de la misma biblioteca. Pero debe existir una información bibliográfica a petición que la llevarán los bibliotecarios del servicio de referencia, unida siempre a la información bibliográfica: hasta dónde debe llegar depende del tipo y reglamento de cada biblioteca, pero a veces ésta puede ser la puerta de un sistema bibliotecario más complejo y por consiguiente participar de responsabilidades más amplias. En cualquier caso, debe basarse en la utilización de las bibliografías y los catálogos, además de otras obras de referencia. Las bibliografías buscan, identifican y describen, siempre bajo un punto de vista determinado- conjuntos de libros que no forman una colección y cuyas noticias se presentan de forma ordenada por medio de alguno de sus elementos. Los catálogos identifican y describen libros que forman una colección concreta -de una editorial, de una librería, de una biblioteca. Los catálogos no buscan los libros que describen, pero en cambio ofrecen su localización.
En la actualidad, la información bibliográfica puede incluir además el acceso en línea a las bases de datos bibliográficos, tanto nacionales como internacionales: en este campo se comienza ya a disponer de instrumentos fiables de información, como la Encyclopedia of information system and services, que da noticia de más de 3.000 servicios automatizados.
Pero además, se trata de controlar las publicaciones periódicas y su contenido, las tesis, informes, actas y todo aquello que se conoce con el nombre de literatura gris. Para ello resultan imprescindible las listas internacionales (Ulrich, New Serials Titles, etc.) y los índices del ISSN, así como índices analíticos y boletines de resúmenes, para las publicaciones periódicas. Para acceder a las tesis, actas y demás literatura gris, cuando no existen servicios especializados en estos campos -algunos países tienen organizados servicios nacionales para el control de las tesis doctorales, como Francia, Bélgica y USA: Guide to theses. .-, será necesario recurrir a fuentes indirectas que van desde los directorios hasta las relaciones personales. Los principales instrumentos bibliográficos se pueden clasificar en los siguientes grupos:
1) Catálogos bibliográficos y listas de libros. Formados por los catálogos de la bibliotecas y los catálogos impresos de otras bibliotecas.
2) Servicios de análisis e indización. Se integran en él los elaborados por la propia biblioteca y los que se encuentran en ésta por suscripción periódica.
3) Repertorios de referencias. Recogen datos de información precisa, de carácter general o referidos a una materia en particular. Engloban diccionarios, enciclopedias, guías, planos, etc.
Orientación al lector.
La orientación al lector pretende simplemente introducir al usuario en el manejo de la biblioteca. Esta introducción constituye el primer paso de la educación del individuo como usuario de una biblioteca, y en su primera fase no es más que un reflejo de la realidad de nuestra sociedad, que busca orientar al individuo en el funcionamiento de los servicios que utiliza. Así, cualquier servicio público indicará al ciudadano por medio de carteles, gráficos o cualquier otro sistema de información, cómo se debe circular por el lugar donde se encuentra, como llegar a donde quiere ir y como manejar los útiles que tiene a su disposición.
La orientación al lector puede haber comenzado ya antes de que éste llegue a la misma, mediante guías, folletos explicativos o la publicidad externa de la misma. La existencia de información impresa es importantísima en las bibliotecas nacionales y en todas aquellas que tengan responsabilidades dentro de una red o sistema bibliotecario, pero no deja de ser una gran ayuda también en las bibliotecas públicas. Cuando el usuario entra por primera vez en una biblioteca es esencial que la toma de contacto le resulte grata y no le sea difícil establecer su relación con ella. Para ello debe existir información oral, gráfica y escrita mediante guías, orientaciones gráficas, atención a las consultas del lector, etc., siempre expresados en términos que el usuario pueda comprender sin problemas: deben por tanto ser suficientemente claras y explícitas. Pero sobre todo, la recepción personal al usuario supone un momento decisivo en esta toma de contacto, ya que su misma naturaleza la convierte en una tarea delicada. El personal responsable de la recepción de usuarios deberá contar a la vez con una sólida formación bibliotecaria y con los mecanismos suficientes para lograr que se establezca una relación personal fluida. Es una cuestión de suma importancia, ya que el lector que acude a una biblioteca por primera vez desconoce el funcionamiento y estructura de la misma y necesita orientación detallada que a menudo sólo le puede ofrecer el contacto personal: por tanto, será el primer umbral que tendrá que cruzar en la búsqueda de la información. Pero es que, además, puede darse el caso de que aquí comience y termine su necesidad de información. Y en muchas ocasiones este paso es decisivo para ayudar al usuario a expresar su demanda de manera clara y detallada.
Formación de usuarios.
Se trata, pues, de un concepto mucho más amplio que la simple orientación, al que engloba, así como a aquellas actividades a las que se les ha concedido tradicionalmente un interés preferente y que consisten en ayudar al usuario a utilizar correctamente las fuentes de información disponibles en las distintas materias, es decir hacer posible que éste
Todo ello queda a su vez englobado dentro de un contexto más amplio, que tiene como objetivo principal que el usuario adquiera conciencia de la necesidad que tiene de ser informado y pueda expresar correctamente su demanda.
El interés por resolver las dificultades que puedan interponerse entre el usuario y la información aparece ya en el Informe Anual de la Universidad de Columbia (1833), cuando sugiere que se debe comenzar una instrucción sistemática que inicie a los alumnos en los métodos correctos para que el resto de sus vidas el trabajo en las bibliotecas pueda producirles el mayor rendimiento posible. El 1840, Emerson postula la urgencia de que las Universidades tengan un profesor de libros (professor of books), y en 1876 Dewey afirmaba que había llegado el tiempo de que la biblioteca sea una escuela, el bibliotecario un maestro y el visitante se convierta en un lector que utiliza los libros como los operarios sus herramientas. Ya en el siglo XX esta idea renace con fuerza en la década de los sesenta y es en los setenta cuando se consagran las prácticas de formación del usuario como clave para el planeamiento y gestión de los sistemas bibliotecarios. Una muestra clara de la preocupación por este aspecto del trabajo bibliotecario se encuentra en los Congresos Anuales sobre orientación Bibliotecaria que se celebran en las bibliotecas académicas norteamericanas, o los cerca de treinta simposios dedicados también a este tema que se celebraron en USA a lo largo de 1979, y que no hacen sino reflejar la preocupación general de las organizaciones internacionales, como EUSIDIC, FID o la propia UNESCO, que ya en su Plan General de Información (1979-80) propone la realización de encuestas sobre las necesidades de los usuarios y la preparación de programas para la educación de usuarios dentro de una política nacional de información.
Estos programas deben contar con una metodología propia que incluya
Estos programas deben contar con una metodología propia que incluya
Las modalidades de formación de usuarios son muchas y están en función del tipo de usuarios y de bibliotecas, las posibilidades económicas con se cuente y los objetivos que se hayan establecido. Es sobre todo interesante tener en cuenta a quién se dirige la formación, es decir, quién es el usuario, ya que las modalidades y programas serán distintos en cada caso: los usuarios pueden ser ellos mismos creadores de información, la información puede ser utilizada por éstos como instrumentos para la interpretación de datos o utilizarla para su entretenimiento, etc. tampoco será igual el programa que se realice para alumnos del primer ciclo de universidad o para investigadores, para niños o para adultos.
Teniendo en cuenta estos aspectos, pueden establecerse dos sistemas básicos de formación de usuarios:
La sección de referencia.
Si bien las actividades de formación de usuarios van encaminadas a que éste sea consciente de sus requerimientos informativos y pueda satisfacerlos mediante la consulta adecuada a los fondos bibliográficos necesarios, la sección de referencia se centra específicamente en la búsqueda de información y en el uso de las fuentes de la biblioteca o de la red para el estudio y la investigación, según indica la ALA. Pero además, la sección de referencia debe estar preparada para contestar de forma rápida y eficaz cualquier tipo de consulta -hechos y datos, información bibliográfica, información exhaustiva sobre una materia, información actual, etc- que el usuario pueda dirigirle a través de cualquier medio -personal, escrito, teléfono, en línea, etc.-. Para ello se necesita contar con una colección de referencia y con personal cualificado.
La información bibliográfica puede conducir a la utilización de los fondos existentes en la propia biblioteca, pero también puede procurar datos bibliográficos de fondos que se encuentren en otras bibliotecas. Esto supone por una parte el contacto con otros centros para canalizar hacia ellos las consultas que no pueden ser resueltas, y por otra, la necesidad de que el bibliotecario conozca a fondo no sólo los catálogos de la propia biblioteca, sino también las obras de referencia que debe manejar y cuyo conjunto constituye la sección de referencia. Las obras generales de referencia se encuentran ya bajo múltiples soportes -Bowker presenta en línea casi todas sus grandes obras de consulta.
Se entiende por referencia en un sentido amplio, cualquier trabajo que proporcione información y en el cual el contenido se halle dispuesto y ordenado de una forma encaminada a facilitar la búsqueda de datos específicos. Las obras de referencia están hechas para contener muchas informaciones autónomas y para organizarlas de suerte que tengan fácil acceso. La autonomía supone que el conocimiento de una de ellas no implica el conocimiento de las otras, y la facilidad de acceso, una organización muy formalizada y poco discursiva. En general deben ofrecer de forma rápida una información que sin ellas precisarían la lectura de muchas páginas. Las colecciones de referencia es tanto para los bibliotecarios como para los lectores una herramienta de trabajo de primera magnitud, ya que ofrecen información válida para conseguir información que permite en muchos casos la organización de los fondos. Pueden ser de dos tipos:
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