martes, 28 de marzo de 2017

El perfil del bibliotecario

 
Fundamentalmente, el bibliotecario es un profesional responsable del cuidado, ordenación y servicios prestados por una biblioteca. Además, su función es la de servir de enlace entre la información que se desprende de los fondos bibliográficos de la biblioteca y el usuario/lector. Al mismo tiempo, debe seleccionar la colección de libros, organizar la clasificación más apropiada y encargarse de facilitar el acceso a los fondos.

Teniendo en cuenta que en una biblioteca deben coincidir un personal bibliotecario con otro administrativo, técnico y de mantenimiento, es conveniente precisar con claridad la personalidad del bibliotecario, diferenciándola del resto del personal de la biblioteca: el bibliotecario debe estar dispuesto a colaborar con los demás miembros de la biblioteca siempre que sea necesario siendo siempre un bibliotecario propfesional con una gran capacidad de comunicación social. Debe poseer unos conocimientos superiores a la cultura general manteniéndose en una actitud de formación constante, para conservar siempre actualizado el nivel del fondo bibliográfico. Más que en otras profesiones, en las horas de trabajo el bibliotecario debe estar siempre localizable en la biblioteca y ser extremadamente organizado en la realización de su trabajo. Debe conocer a fondo el sistema de clasificación utilizado en la biblioteca, o imponerlo él mismo, si se trata de una biblioteca nueva. Por este motivo, ha de ser muy consciente de las posibilidades del local y de las necesidades del lector hacia el que se dirige la biblioteca.
Además de las cualidades esenciales de la profesión, el bibliotecario debe responsabilizarse directamente de varios campos propios de la biblioteca, con los que se mantiene vivo el contenido y la finalidad de la biblioteca: debe preocuparse de buscar y recopilar los elementos de una colección y aplciarle un sistema de clasificación. Ha de mantener, renovar y actualizar la colección vigilando su adecuado archivo, cuidando de su restauración y rehabilitación, provocando su utilización continua y fluida. Debe supervisar el buen funcionamiento de la administración de la biblioteca, tanto a nivel de organización como de gestión financiera y de mantenimiento en general, vigilando la conservación del edificio, de sus instalaciones y de todos sus muebles.
EVOLUCIÓN DE LA ENSEÑANZA DE BIBLIOTECONOMÍA
Una de las primeras escuelas de bibliotecarios que se crearon para dar una formación profesional al empleado de una biblioteca fue la École des Chartes, en Francia, en 1848, seguida de la Escuela Diplomática de España, en 1856. En estas escuelas se impartían extensas clases de cultura general, principalmente de literatura e historia y nacionales más o menos amplias de idiomas, con especial hincapié en los clásicos. Además debían aprender ciertas normas para ayudarse en la ordenación y almacenamiento de libros. Posteriormente, cuando las bibliotecas se conviertieron en establecimientos públicos y la categoría de los bibliotecarios se elevó a la de funcionario, se incluyeron nociones de administración, con la consiguiente burocratización de las bibliotecas.
Esto dio origen a que en 1858 se creara en España el Cuerpo Facultativo, y posteriormente ya en 1933, se creara una rama auxiliar para el bibliotecario: la del Cuerpo Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Mientras tanto, en 1876 se había creado la Escuela de Biblioteconomía Ala, de Filadelfia. A partir de 1885 se concedía el diploma profesional en Gran Bretaña, y en 1887 el propio Dewey impartía clases de biblioteconomía en el Collumbia College de Nueva York.
Sin embargo, fuera de los países anglosajones aún no se concebía la biblioteca como un organismo de servicio público y fue necesario esperar a que hubiera avanzado ya en el siglo XX para que se impusiera este concepto de servicio social y se comprendiera la necesidad de crear auténticos profesionales para mantener viva la finalidad de una biblioteca.
A principio de siglo, en Madrid y en Cataluña se originó un movimiento en favor de las bibliotecas populares, que se vio apoyado luego por la ideología dominante en la 2ª República, esto permitió que se fuera forjando el perfil del que sería el bibliotecario actual.
(Fuente. Revista Cejillas y Tejuelos. Escrito por Mónica Llopis Pastor y Carolina Díaz Martín)

lunes, 20 de marzo de 2017

LAS BIBLIOTECAS ESCOLARES: UNA NECESIDAD

Periódico  HOY
Publicado el: 25 febrero, 2017
Por: Teresa Peralta tperaltacheco@gmail.com


Ahora que la educación dominicana está en la palestra pública y se plantea la necesidad de mejorar sus resultados, predominan los planteamientos sobre los diferentes aspectos que se deben considerar y las estrategias que habrán de ser implementadas a nivel del sistema de educación pública. Son múltiples las cuestiones a considerar y las decisiones que se han de tomar a fin de lograr avanzar en un aspecto tan importante para el desarrollo humano e intelectual en nuestro país.

Un elemento que me concierne y sobre el cual creo imprescindible externar mis consideraciones, es el relativo a las fuentes y los recursos de información en la educación, así como a su manejo. Este tema debe enfocarse desde el ámbito de los centros de recursos educativos o desde la biblioteca escolar.

La biblioteca escolar es un espacio educativo, un centro de recursos documentales multimedia al servicio de la comunidad pedagógica. Sus principales funciones son fomentar la lectura, formar en la búsqueda, análisis y tratamiento de la información, fomentar la expresión y la creatividad, educar en el ocio y el tiempo libre, informar y orientar sobre todos aquellos aspectos que conforman el currículo de la escuela.

Hace falta promoción y sensibilización sobre la importancia y el valor agregado que constituyen las bibliotecas escolares. Representan un elemento fundamental para la promoción de hábitos de lectura, pieza clave para el proyecto pedagógico y didáctico del centro escolar, así como objeto de interacción que favorece la igualdad de oportunidades.

Algunos elementos a considerar para fortalecer las bibliotecas escolares en el sector público son la creación de áreas de apoyo a estas en los distritos escolares, formación y establecimiento del puesto de Maestro Bibliotecario, técnico que se ocupa de diseñar y desarrollar el sistema de información de la biblioteca, así como el conjunto de servicios que esta ofrece. También es responsable de apoyar y dar respuestas a las demandas del profesorado para la efectividad de las acciones del proceso enseñanza aprendizaje.

Hay datos dispersos sobre la situación de las bibliotecas en nuestras escuelas. Históricamente no ha sido un aspecto considerado de importancia por ninguna de las autoridades educativas dominicanas.
Sin duda alguna que hay que confiar en que llegará el momento de valorar aspectos fundamentales como estos y plantear la implementación de normas y sistemas, que garanticen una política pública educativa que favorezca la calidad educativa en República Dominicana.



Fuente:  http://hoy.com.do/las-bibliotecas-escolares-una-necesidad/

LOS BIBLIOTECARIOS Y LA SOCIEDAD

Publicado el: 5 marzo, 2017   Periódico HOY
Por: Teresa Peralta / tperaltacheco@gmail.com

       La bibliotecología en la República Dominicana es un saber y una profesión relativamente joven, con una cantidad reducida de profesionales en comparación a la potencial demanda de la población. Es una labor ambivalente en un proceso de redefinición de su campo de estudio, que se enmarca en el mundo de la cultura, la educación y del conocimiento organizado y registrado. El bibliotecario está en las universidades y en todas las instituciones públicas y privadas donde hay centros de información, centros de documentación y bibliotecas, sin importar su naturaleza.

     El profesional de la biblioteca es un mediador entre el usuario y el conocimiento organizado, un gestor, animador social con vocación de servicio para hacer llegar la información contenida en documentos de cualquier tipo y formato a la población. Es un ente social dinámico, su función constituye un servicio fundamental e imprescindible para todos aquellos ciudadanos que requieren y buscan documentación como insumo para crear y recrear el saber.

      A esta profesión se le ha etiquetado como algo aburrida. Hoy es un quehacer cambiante que exige la actualización permanente debido al avance de la tecnología; es una profesión activa, de servicio, adaptación e imaginación, y requiere del aprendizaje constante y el compromiso de quienes la ejercen.
     Hoy los bibliotecarios estamos empeñados en la defensa del libro y de la lectura. Las transformaciones sociales, políticas, tecnológicas y económicas influyen en todas las profesiones, y particularmente en aquellas en que hay una enorme influencia
Asumimos un compromiso social, aunque la sociedad siga teniendo una visión medieval del bibliotecario. Aun así, la bi bliotecología es poco conocida y poco valorada en nuestro país.
Tradicionalmente a las bibliotecas y a los bibliotecarios se les ha considerado como neutrales, sin embargo, desde su actividad que es proporcionar acceso a la información, la cual es producida dentro de un contexto cultural, se está tomando postura pues la cultura nunca ha sido imparcial.
      La bibliotecología no es una profesión neutral. Se enmarca dentro de las ciencias al servicio de una sociedad en la que se hace imperante la búsqueda de la justicia social. En este marco abogamos porque todas las personas tengan el mismo derecho de acceso a los servicios culturales y a la información.

*La autora es catedrática universitaria y gestora cultural.
  


BIBLIOTECARIOS Y LA JUSTICIA SOCIAL

Periódico Hoy
Publicado el: 10 marzo, 2017
Por: Teresa Peralta / tperaltacheco@gmail.com


El papel del bibliotecario frente a las desigualdades sociales debe ser primordial, no solo como individuo sino como un profesional que desempeña su trabajo en beneficio de la sociedad. Cada persona debe ser respetada como un individuo dentro de la sociedad, y la biblioteca como agente social destinada a satisfacer necesidades de información en una comunidad, debe esforzarse en promover los valores de equidad y justicia entre las personas.

Como ente social y gestor de conocimientos, no puede ser neutral frente a los problemas sociales y políticos de su comunidad, especialmente porque ejerce una función cuya principal característica es la democratización de la información.

En el marco teórico de las ciencias humanísticas se discute sobre la neutralidad profesional y se ha ido puntualizando posiciones desde hace un tiempo. López y López (2008) en un interesantísimo artículo sobre “El mito de la neutralidad en biblioteconomía y documentación” plantea que: “… frente a un orden social que genera enormes desequilibrios e injusticias sociales, sólo caben dos posturas: se cuestiona o se apoya ese orden. La inhibición, que pretende pasar por neutralidad, independencia, equidistancia, objetividad y otras imposturas intelectuales, sólo enmascara, y se traduce de facto en una postura de apoyo a ese orden social generador de injusticia”.

Ser neutral frente a los problemas sociales es ya una postura. De hecho existen por lo menos dos razones que nos obligan, desde la profesión de bibliotecarios a cuestionarnos. El primero es la fuente de financiación de las bibliotecas, especialmente de las públicas, que depende de las decisiones de los funcionarios al frente de la cosa pública. El invertir o no en bibliotecas y servicios de información es un asunto político y de políticas públicas.

El otro aspecto tiene que ver con el contexto cultural en el que vivimos, que no es neutral y que es definido ya que tiende a imponer límites. Aunque la pasividad no va con la profesión de bibliotecario, hay que tener cuidado ya que se nos ve más en lo que hacemos para organizar técnicamente la información. Pero sí es claro que intervenimos en la mediación entre los contenidos –todos ideologizados- y el acceso que tienen a ellos los ciudadanos.

El papel de la biblioteca y del bibliotecario frente a la sociedad es fundamental. “Ante un orden social que genera enormes desequilibrios e injusticias sociales, solo caben dos posturas: se cuestiona o se apoya ese orden” (López López, 2008).

La autora es catedrática universitaria y gestora cultural


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