Fundamentalmente, el bibliotecario es un profesional responsable del cuidado, ordenación y servicios prestados por una biblioteca. Además, su función es la de servir de enlace entre la información que se desprende de los fondos bibliográficos de la biblioteca y el usuario/lector. Al mismo tiempo, debe seleccionar la colección de libros, organizar la clasificación más apropiada y encargarse de facilitar el acceso a los fondos.
Teniendo en cuenta que en una biblioteca deben coincidir un personal bibliotecario con otro administrativo, técnico y de mantenimiento, es conveniente precisar con claridad la personalidad del bibliotecario, diferenciándola del resto del personal de la biblioteca: el bibliotecario debe estar dispuesto a colaborar con los demás miembros de la biblioteca siempre que sea necesario siendo siempre un bibliotecario propfesional con una gran capacidad de comunicación social. Debe poseer unos conocimientos superiores a la cultura general manteniéndose en una actitud de formación constante, para conservar siempre actualizado el nivel del fondo bibliográfico. Más que en otras profesiones, en las horas de trabajo el bibliotecario debe estar siempre localizable en la biblioteca y ser extremadamente organizado en la realización de su trabajo. Debe conocer a fondo el sistema de clasificación utilizado en la biblioteca, o imponerlo él mismo, si se trata de una biblioteca nueva. Por este motivo, ha de ser muy consciente de las posibilidades del local y de las necesidades del lector hacia el que se dirige la biblioteca.
Además de las cualidades esenciales de la profesión, el bibliotecario debe responsabilizarse directamente de varios campos propios de la biblioteca, con los que se mantiene vivo el contenido y la finalidad de la biblioteca: debe preocuparse de buscar y recopilar los elementos de una colección y aplciarle un sistema de clasificación. Ha de mantener, renovar y actualizar la colección vigilando su adecuado archivo, cuidando de su restauración y rehabilitación, provocando su utilización continua y fluida. Debe supervisar el buen funcionamiento de la administración de la biblioteca, tanto a nivel de organización como de gestión financiera y de mantenimiento en general, vigilando la conservación del edificio, de sus instalaciones y de todos sus muebles.
EVOLUCIÓN DE LA ENSEÑANZA DE BIBLIOTECONOMÍA
Una de las primeras escuelas de bibliotecarios que se crearon para dar una formación profesional al empleado de una biblioteca fue la École des Chartes, en Francia, en 1848, seguida de la Escuela Diplomática de España, en 1856. En estas escuelas se impartían extensas clases de cultura general, principalmente de literatura e historia y nacionales más o menos amplias de idiomas, con especial hincapié en los clásicos. Además debían aprender ciertas normas para ayudarse en la ordenación y almacenamiento de libros. Posteriormente, cuando las bibliotecas se conviertieron en establecimientos públicos y la categoría de los bibliotecarios se elevó a la de funcionario, se incluyeron nociones de administración, con la consiguiente burocratización de las bibliotecas.
Esto dio origen a que en 1858 se creara en España el Cuerpo Facultativo, y posteriormente ya en 1933, se creara una rama auxiliar para el bibliotecario: la del Cuerpo Auxiliar de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Mientras tanto, en 1876 se había creado la Escuela de Biblioteconomía Ala, de Filadelfia. A partir de 1885 se concedía el diploma profesional en Gran Bretaña, y en 1887 el propio Dewey impartía clases de biblioteconomía en el Collumbia College de Nueva York.
Sin embargo, fuera de los países anglosajones aún no se concebía la biblioteca como un organismo de servicio público y fue necesario esperar a que hubiera avanzado ya en el siglo XX para que se impusiera este concepto de servicio social y se comprendiera la necesidad de crear auténticos profesionales para mantener viva la finalidad de una biblioteca.
A principio de siglo, en Madrid y en Cataluña se originó un movimiento en favor de las bibliotecas populares, que se vio apoyado luego por la ideología dominante en la 2ª República, esto permitió que se fuera forjando el perfil del que sería el bibliotecario actual.
(Fuente. Revista Cejillas y Tejuelos. Escrito por Mónica Llopis Pastor y Carolina Díaz Martín)
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