Periódico Hoy
Publicado el: 10
marzo, 2017 Por: Teresa Peralta / tperaltacheco@gmail.com
El papel del bibliotecario frente a las desigualdades sociales
debe ser primordial, no solo como individuo sino como un profesional que
desempeña su trabajo en beneficio de la sociedad. Cada persona debe ser respetada como un individuo dentro de la sociedad, y la
biblioteca como agente social destinada a satisfacer necesidades de información
en una comunidad, debe esforzarse en promover los valores de equidad y justicia
entre las personas.
Como ente social y gestor de conocimientos, no puede ser neutral frente a los
problemas sociales y políticos de su comunidad, especialmente porque ejerce una
función cuya principal característica es la democratización de la información.
En el marco teórico de las ciencias humanísticas se discute sobre la
neutralidad profesional y se ha ido puntualizando posiciones desde hace un
tiempo. López y López (2008) en un interesantísimo artículo sobre “El mito de
la neutralidad en biblioteconomía y documentación” plantea que: “… frente a un
orden social que genera enormes desequilibrios e injusticias sociales, sólo
caben dos posturas: se cuestiona o se apoya ese orden. La inhibición, que
pretende pasar por neutralidad, independencia, equidistancia, objetividad y
otras imposturas intelectuales, sólo enmascara, y se traduce de facto en una
postura de apoyo a ese orden social generador de injusticia”.
Ser neutral frente a los problemas sociales es ya una postura. De hecho existen
por lo menos dos razones que nos obligan, desde la profesión de bibliotecarios
a cuestionarnos. El primero es la fuente de financiación de las bibliotecas, especialmente de
las públicas, que depende de las decisiones de los funcionarios al frente de la
cosa pública. El invertir o no en bibliotecas y servicios de información es un
asunto político y de políticas públicas.
El otro aspecto tiene que ver con el contexto cultural en el que vivimos, que
no es neutral y que es definido ya que tiende a imponer límites. Aunque la pasividad no va con la profesión de bibliotecario, hay que tener
cuidado ya que se nos ve más en lo que hacemos para organizar técnicamente la
información. Pero sí es claro que intervenimos en la mediación entre los
contenidos –todos ideologizados- y el acceso que tienen a ellos los ciudadanos.
El papel de la biblioteca y del bibliotecario frente a la sociedad es
fundamental. “Ante un orden social que genera enormes desequilibrios e
injusticias sociales, solo caben dos posturas: se cuestiona o se apoya ese
orden” (López López, 2008).
La autora es catedrática universitaria y gestora cultural
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